Que la infancia y la adolescencia hieren, a veces para siempre, lo han demostrado cientos de novelas. Ninguna, sin embargo, se había atrevido a rubricar tal formulación con el célebre “Quod erat demonstrandum “de las proposiciones matemáticas, o al menos no con la intensidad, la precisión y la perturbadora belleza con que lo hace La soledad de los números primos.
Su metáfora central, la de las personas que viven aisladas como números primos, y su ampliación al referirse a quienes, como los protagonistas Alice y Mattia, comparten su aislamiento como los primos gemelos --los separados por un único natural: 11-13, 17-19, 41-43...--, es solo la más evidente de las incógnitas que despeja la propuesta. Dicho de otro modo: se dirige al niño temeroso, al adolescente rechazado y al adulto incomprendido que cualquier lector lleva dentro; a todo aquel, en fin, que se haya acariciado las cicatrices de la soledad.
Aunque asegura que la literatura está empezando a ganarle la partida a la física, Giordano no puede evitar que el científico que lleva dentro asome la cabeza para proclamar que «la pasión por las matemáticas no es sólo un instinto racional». «Hay una emotividad detrás de este interés». Aún así, no acaba de ver demasiado claro que «La soledad de los números primos» pueda entenderse como un ejercicio de «álgebra emocional». “La vida es mucho más complicada -apunta-. No se pueden estudiar las emociones a través de las matemáticas, y no quiero que la gente piense que detrás de esta historia hay algún tipo de teoría. De hecho, si existiese una teoría sería la del caos”.
¿Qué pasaría si tratásemos de sistematizar de forma algebraica las relaciones no sólo afectivas o emocionales, sino las relaciones políticas?
Su metáfora central, la de las personas que viven aisladas como números primos, y su ampliación al referirse a quienes, como los protagonistas Alice y Mattia, comparten su aislamiento como los primos gemelos --los separados por un único natural: 11-13, 17-19, 41-43...--, es solo la más evidente de las incógnitas que despeja la propuesta. Dicho de otro modo: se dirige al niño temeroso, al adolescente rechazado y al adulto incomprendido que cualquier lector lleva dentro; a todo aquel, en fin, que se haya acariciado las cicatrices de la soledad.
La de Alice y Mattia, sin embargo, es algo más que una historia de adolescentes solitarios, y no solo por la depuración estilística y la profundidad psicológica de Giordano. Iniciada en la infancia, cuando ella sufre un accidente de esquí que la deja coja y él extravía en un ataque de irresponsabilidad a su retrasada hermana, y prolongada hasta la edad adulta, mientras ambos, anoréxica ella y aficionado él a la autolesión, perpetúan los desencuentros que marcaron su educación, la novela se centra en esos años que pasaron "rechazando él el mundo, sintiéndose ella rechazada por el mundo".
¿Qué pasaría si tratásemos de sistematizar de forma algebraica las relaciones no sólo afectivas o emocionales, sino las relaciones políticas?
¿También sería la del caos?
Os invito a leer la novela.
Os invito a leer la novela.
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