La difícil situación económica que estamos atravesando no la podemos afrontar ni desde el más tremendo catastrofismo, como está haciendo el PP, ni con la inconsciencia necia del que dice que “no pasa nada”.
“Estamos ante una crisis sistémica” decía Jesús Caldera en los desayunos de Aragonex esta misma mañana, presentando la Fundación Ideas. Es la primera crisis global y está producida por la “contaminación del sistema financiero”.
Estamos ante un proceso de recesión pero no de depresión. ¿Cómo puede variar el precio del petróleo en sólo unos meses de 140 $/barril a 43 $/barril? ¿Quién se ha beneficiado de ello? ¿Cómo puede ser que en unos meses se haya triplicado el precio del arroz? Detrás están los ambiciosos especuladores sin escrúpulos.
Y todo esto sirve de excusa para que diferentes sectores neoliberales o desde organismos económicos muy influyentes, se quiera echar por trate el estado del bienestar. Para ellos, le excusa es buena, quieren que sea el momento de flexibilizar el mercado de trabajo, quieren rebajar los costes del despido y, aún más, quieren una tendencia hacia la liberalización del mercado de trabajo.
Tenemos que valorar en su justa medida el estado del bienestar que las políticas socialdemócratas están consiguiendo. No podemos retroceder y ceder ante “ofertas” liberalizadoras que sugieran 65 de trabajo semanal o que aspiran a liberalizar el mercado de trabajo bajo fórmulas como la “flexiseguridad” o “flexiguridad”, como decía esta misma mañana en la Comisión Mixta de las Comunidades europeas, la exministra Soledad becerril.
Recuerdo la enmienda a la Ponencia Marco que presentó en este sentido la Agrupación de Alcañiz y que fue respaldada por el Congreso Federal.
Está claro que de esta crisis la derecha quiere sacar tajada, acostumbrada a decretazos y admite perder derechos conquistados en muchos años que han aumentado la calidad de empleo y han desarrollado la protección social.
La falta de estabilidad en el empleo, además, aumenta la siniestrabilidad, va en contra de la especialización del trabajador y conlleva la falta de profesionales cualificados.
“Estamos ante una crisis sistémica” decía Jesús Caldera en los desayunos de Aragonex esta misma mañana, presentando la Fundación Ideas. Es la primera crisis global y está producida por la “contaminación del sistema financiero”.
Estamos ante un proceso de recesión pero no de depresión. ¿Cómo puede variar el precio del petróleo en sólo unos meses de 140 $/barril a 43 $/barril? ¿Quién se ha beneficiado de ello? ¿Cómo puede ser que en unos meses se haya triplicado el precio del arroz? Detrás están los ambiciosos especuladores sin escrúpulos.
Y todo esto sirve de excusa para que diferentes sectores neoliberales o desde organismos económicos muy influyentes, se quiera echar por trate el estado del bienestar. Para ellos, le excusa es buena, quieren que sea el momento de flexibilizar el mercado de trabajo, quieren rebajar los costes del despido y, aún más, quieren una tendencia hacia la liberalización del mercado de trabajo.
Tenemos que valorar en su justa medida el estado del bienestar que las políticas socialdemócratas están consiguiendo. No podemos retroceder y ceder ante “ofertas” liberalizadoras que sugieran 65 de trabajo semanal o que aspiran a liberalizar el mercado de trabajo bajo fórmulas como la “flexiseguridad” o “flexiguridad”, como decía esta misma mañana en la Comisión Mixta de las Comunidades europeas, la exministra Soledad becerril.
Recuerdo la enmienda a la Ponencia Marco que presentó en este sentido la Agrupación de Alcañiz y que fue respaldada por el Congreso Federal.
Está claro que de esta crisis la derecha quiere sacar tajada, acostumbrada a decretazos y admite perder derechos conquistados en muchos años que han aumentado la calidad de empleo y han desarrollado la protección social.
La falta de estabilidad en el empleo, además, aumenta la siniestrabilidad, va en contra de la especialización del trabajador y conlleva la falta de profesionales cualificados.
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