sábado, 25 de diciembre de 2010

Un cuento que no es de Navidad

Esto era un rey que tenía un caballo al que quería mucho. El caballo cayó enfermo y el rey llamó al veterinario para que le dijera si la dolencia que sufría se podría curar. El veterinario lo examinó bien y luego dijo que no tenía cura.

Entonces, el rey se afligió mucho y ordenó a los criados que llevaran al caballo a la orilla del mar y que hicieran cuanto fuera posible para sanarlo. Y les avisó de que a quien le trajera la nueva de que el caballo había muerto, lo haría colgar inmediatamente.


Al cabo de dos días, el caballo murió y, mientras los criados deliberaban sobre cómo hacer para darle la noticia al rey, vieron pasar a un tonto que era capaz de cualquier cosa, y le dijeron:
— ¿Quieres llevarle una noticia al rey? Y él respondió:
— ¿Y qué me daréis a cambio? Los criados le prometieron mil libras y le dijeron de qué se trataba.
El tonto estuvo de acuerdo, fue a ver al rey y le dijo:
— ¿Sabes aquel caballo que enviaste a la orilla del mar por ver si allí lo curaban? Pues no come.
— ¿Cómo puede ser eso? —respondió el rey.
—Sí. Y tampoco bebe.
—Qué me dices…
—Ni mea.
—Esto no puede ser…
—Ni caga, ni respira…
—Entonces está muerto —dijo el rey.
—Eres tú quien lo ha dicho —respondió el tonto—, no yo.
Y dio media vuelta y se fue a ver a los criados, que le dieron mil libras.Y allí quedó el rey, chasqueado.


¿Cuántas vueltas hay que dar para querer ocultar la realidad?

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