martes, 1 de febrero de 2011

Obsesión por el crecimiento. ¿Para qué?

Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar” (Víctor Gay Zaragoza)


Un hombre de negocios pasaba sus vacaciones en un pueblo costero. Una mañana advirtió la presencia de un pescador que regresaba con su destartalada barca. “¿Ha tenido buena pesca?”, le preguntó. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: “Sí, ha sido una buena pesca”. El hombre de negocios miró al reloj: “Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?”.
Extrañado, el pescador le preguntó: “¿Para qué?”. “Pues porque así tendría más pescado”, respondió el hombre de negocios. “¿Y qué haría con él? ¡No lo necesito! Con estas tres piezas tengo suficiente para alimentar a mi familia”, afirmó el pescador. “Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo”. “¿Para qué?”, preguntó el pescador, incrédulo. “Para tener más dinero”. “¿Para qué?”. “Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita”. “¿Para qué?”. “Para poder pescar mayor cantidad de peces”.

“¿Para qué?”. “Así podría contratar a algunos hombres”. “¿Para qué?”. “Para que pesquen por usted”. “¿Para qué?”. “Para ser rico y poderoso”. El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: “¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?”. “Esta es la mejor parte”, asintió el hombre de negocios. “Así podría pasar más tiempo con su familia y descansar cuando quisiera”. El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: “Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora mismo”.

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