jueves, 17 de febrero de 2011

Más que formación, un ideal de vida

Las pautas señaladas a mediados del siglo XIII por Judá Ben Samuel Ibn Abbas en su Me´ir nabit (“Iluminador del camino”), señalan para el aprendizaje integral más que un curriculum, un ideal de vida.
El niño debía comenzar el estudio de las primeras letras con tres años o tres años y medio y se extendía el período formativo hasta los cuarenta años. La primera formación estaba centrada en el legado religioso hebreo, Tora, Targum, gramática y Talmud hasta los dieciocho años, el momento para desposar “a una mujer conveniente, de buena familia, no poniendo los ojos ni en la belleza ni en el dinero, sino en que la mujer sea temerosa de Dios, que es esta la digna de loa”.

A partir de entonces comenzará el estudio de las ciencias profanas: medicina, cuentas, astronomía, lógica, óptica y música, hasta los 18 años de edad.
Doce años más estudiará física y matemáticas, de modo que a los cuarenta años sea un hombre maduro para el conocimiento. A partir de esa edad podrá dedicarse a los estudios metafísicos.
Este ideario formativo seguía todavía las líneas y aspiraciones del modelo gestado en la España árabe que, aunque algo alicaído, era seguido en sus metas principales por los judíos españoles en el siglo XIV.

La educación permanente no es una cosa de ahora, ya era necesaria desde al menos el siglo XIII. La formación es la faceta más importante para modificar las estructuras económicas y sociales.

¿Cómo se puede ir por el mundo ahora sin formación?

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