“Cuando yo hago campaña, no la hago jamás para la gente inteligente. Gente inteligente sólo hay entre el 5% y el 6%. Así que yo hago campaña para los gilipollas y recojo votos en masa. Yo siempre he sido elegido por una mayoría de gilipollas".
Sólo había hasta ahora un político en Francia capaz de decir algo así en público y obtener un respaldo político abrumador: el inefable Georges Frêche. Dos años después de haber pronunciado tales insultos, el presidente de la región Languedoc-Rosellón fue reelegido con el 54% de los votos.
La tarde del pasado domingo, la voz cazallosa del viejo león del socialismo del Sur se extinguió para siempre, enmudecida por un ataque al corazón. Grueso y cojo, fruto de una reciente operación en la cadera, Frêche ofrecía últimamente un aspecto cansado, lo que no le impedía seguir haciendo gala de su vasta cultura, puliendo su inteligente y mordaz ironía, dando rienda suelta a su megalomanía y autoritarismo, a su gusto enfermizo por la provocación grosera, encantado de ser el más rebelde.
La tarde del pasado domingo, la voz cazallosa del viejo león del socialismo del Sur se extinguió para siempre, enmudecida por un ataque al corazón. Grueso y cojo, fruto de una reciente operación en la cadera, Frêche ofrecía últimamente un aspecto cansado, lo que no le impedía seguir haciendo gala de su vasta cultura, puliendo su inteligente y mordaz ironía, dando rienda suelta a su megalomanía y autoritarismo, a su gusto enfermizo por la provocación grosera, encantado de ser el más rebelde.
Georges Frêche ha consumido una larga y exitosa carrera política desde que en 1973 fuera elegido por primera vez diputado. Su prestigio se lo labró básicamente entre 1977 y 2004, cuando como alcalde de Montpellier la convirtió en un ejemplo de ciudad moderna, pujante y ecológica. Una tarea que desde el 2004 ha intentado trasladar, con más éxito que fracaso, a toda la región.
Hombre sentimentalmente de izquierda, su última provocación fue inaugurar, este verano, un parque de estatuas de grandes figuras del siglo XX entre las que incluyó a Lenin. "Con estas estatuas he dado la vuelta a Francia, ya veréis ahora pondré las de Mao y Stalin y daré la vuelta al mundo", dijo retador.
Aquí en España, algún candidato intenta hacer lo mismo, hace campaña y actuaciones como si los ciudadanos fuéramos tontos, pero sin chispa ni ironía ni inteligencia. Autoritario y amenazante no le duele decir con fuerza que “tengo mucho poder” y que “yo sí que mando”.
Las formas del pasado, las añoranzas de las camisas azules y las ansias de endiosarse les revelan a algunos. ¡Lo que hubieran hecho en otros tiempos!
Pero ahora, además de ejecutar proyectos encomiables, hay que realizarlos con conductas y formas respetuosas y democráticas.
Aquí no "manda" nadie. Aquí tenemos Gobiernos Democráticos.
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