martes, 1 de diciembre de 2009

Ya no se en que hablo


Mi amigo, de la Fresneda, se expresa como pez en el agua. Desde siempre en su casa, con sus amigos y en todo lugar se manifiesta en la lengua que habla, que ha mamado, ha vivido y ha practicado siempre.
Cuenta que sus padres siempre han hecho lo mismo, aunque a sus padres que hablaban y sabían que hablaban catalán, durante los duros años del franquismo, les dijeron que lo que hablaban no era catalán, que era una mezcla entre aragonés, valenciano, castellano y castellano. A sus padres les dijeron que hablaban “chapurriau”, “chapurriao”, o “chapurreado”.
Eran tiempos en que el catalán estaba malditizado, en los que todo lo que venía de Cataluña era maldito, malo y además siempre iba en contra de cualquier sentimiento aragonés.

Mi amigo, que ha reprochado a sus padres sus dudas sobre el idioma que hablan, quiere que sigan hablando lo de siempre, con orgullo y no a escondidas como si hablaran mal. Mi amigo quiere que se recupere la dignidad de una lengua, que es la suya, la de siempre y que no puede tener otro nombre que el de catalán.
Y es que lo que les ha pasado a los padres de mi amigo, les ha pasado a muchos, como si su identidad se truncase por hablar en catalán siendo aragonés.
No es ninguna contradicción, han de poder sentirse orgullosos de ser aragoneses y poder expresarse correctamente, con sus variantes, en catalán.
¿Dónde está el problema? El problema está en las imposiciones artificiales que unos pocos quisieron, en tiempos, imponer a los demás. De la misma forma que ahora, desde algunos grupos políticos quieren decidir qué idioma hablan los que siempre lo han hablado. Políticos que no escuchan a los lingüistas, políticos que no razonan y quieren dictar doctrina más con las vísceras que con la razón.

Pero de esto se desprenden dos consecuencias gravísimas: un desprecio por todo lo que huele a catalán, igual ocurre con lo vasco, y un afán de querer tener identidad propia aunque sea de forma artificial.
De la primera cabría decir que, empezando por una herencia del franquismo, el movimiento anticatalanismo va siendo un argumento siempre de la derecha más arcáica. De la segunda, que aun hay aragoneses que no saben bien qué es Aragón y aun no han aprendido que ser aragonés no se puede medir con signos externos artificiales y copiando las señas que otras comunidades utilizan. Ser aragonés es un sentimiento que se siente o no se siente, y que se puede expresar en catalán, en fabla o en castellano teniendo el mismo valor y la misma identidad.
Mi amigo y sus padres, han superado estos paradigmas artificiales, saben y han hecho saber que ellos son aragoneses y que hablan catalán, con las particularidades de su pueblo, y no van a perder ni un minuto en discusiones baldías.
Pero ahora me entra a mi la duda, ¿Qué es lo que estoy hablando o escribiendo ahora? ¿Qué debo de hablar para ser más aragonés? Porque hablar castellano, en Aragón, me sabe a poco aragonés. Además, si los de La Fresneda van a hablar “Aragonés Oriental” yo no me conformo si no me dicen que hablo “Bajo Aragonés Occidental- Norte-Izquierda”.


Seamos sensatos, todos sabemos que yo hablo ahora castellano y mi amigo de La Fresneda habla catalán.

1 comentario:

ximo dijo...

Sensatos y respetuosos, claro que si. A su amigo de La Fresneda: "Que parli com vulgui". Y a Vd.: Gracias por el post...desde Tortosa. Ciudad hermanada con la suya, por cierto.