domingo, 9 de mayo de 2010

El placer del chocolate y Emile Vallés

El chocolate, históricamente, es el afrodisíaco número uno de la humanidad. Con propiedades que emulan a endorfinas y otras sustancias producidas por el organismo, ya desde la época de los aztecas se empleaba con dicho fin. Por eso mismo, no es ninguna casualidad que siempre se vincule con el placer, en todos sus sentidos. El chocolate mantiene alerta, alivia el cansancio, ayuda a liberar endorfinas. En resumidas cuentas, hace sentir mejor a las personas que lo consumen. Según algunos, el chocolate es más afrodisíaco que los besos.

Más allá de esto, el chocolate posee sustancias que son liberadoras de placer, como la teobromina, la feniletilamina (sustancia sintetizada por el cerebro en momentos como el orgasmo) y la anandamida, causante de bienestar general, además de colaborar en mejorar los niveles de dopamina, sustancia asociada a la excitación y el placer sexual. Tal vez por eso España es uno de los paises que menos chocolate consume.



A Pío VI no le gustaba el chocolate y dictó en consecuencia: "Que lo tomen. Nadie puede disfrutar con esto".
Los monjes del Monasterio de Piedra en Zaragoza fueron los primeros que con la aportación del azúcar transformaron el chocolate azteca, conquistando al mundo. Estos monjes, expertos confiteros, con un kilo de azúcar y otro de almendra, membrillo o melocotón, creaban deliciosos dulces. Hicieron lo mismo con un kilo de azúcar y otro de cacao, produciéndose el milagro del nacimiento de una nueva estrella en el firmamento gastronómico. Tan genial fue este maridaje del cacao con el azúcar que su fórmula magistral no ha sido superada.
En Méjico, las mujeres españolas hechas a la tierra, se morían por el negro chocolate, siendo tan grande su pasión que se hacían servir chocolate en la catedral durante los oficios. Les prohibió el obispo tomarlo y les amenazó con la excomunión. A pesar de ser devotas y practicantes hicieron huelga de Iglesia, ante la temible amenaza.
En fin, que ellas con la Iglesia toparon, y el obispo de Chiapas con el chocolate. Murió súbitamente envenenado (siglo XVII) con una taza de chocolate.
Los frailes tenían prohibido tomar chocolate con anís y otras especias porque despertaba deseos de la carne.

Emile Vallés, en su visita a Alcañiz en el 1º de Mayo, tomó chocolate con churros en la Cafetería Guadalope. Una delicia española y sin peligro de excomunión. Recuperó con su sabor de infancia, el sabor que el exilió le robó.

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