Aquella mañana de abril hace ya muchos años, en los montes del Maestrazgo, algunos los lugareños se reunieron para ver qué podían hacer para poder vivir tranquilos y sin que el Forestal les hiciera la vida imposible.
El Forestal estaba siempre detrás de cada uno de ellos en cada labor que realizaban en el Monte.
Si recogían leña, les hacía que le llevaran a su casa parte del alijo. Si recogían hortalizas, robellones, piñones, acerollas, u otra delicatessen, el Forestal debía ser el primero que las catara, como si derecho tuviera, siempre con la amenaza de la supuesta denuncia, fuera por lo que fuera.
Esa mañana, varios vecinos se dispusieron a acabar con la injusticia y entre todos tomaron la decisión y se dispusieron a ejecutarla.
Eran las 11 de la mañana y Forestal estaba, desnudo, atado a un pino en medio de unos de los pinares que rodea, aun hoy, casi toda la población.
Casi todo el día lo pasó atado al árbol el Forestal y cuando la noche intuía que el sol se desvanecía, un pastor que recogía su ganado se percató de la presencia del Forestal atado, desnudo y amordazado.
Sin dudarlo un momento, el pastor fue a socorrerle, le desató, le arropó con parte de su ropa y se lo llevó hacia su casa.
Poco tardó en reaccionar el Forestal ya que en una hora estaba en casa del pastor con su mosquetón y amenazándole le dijo: “como cuentes lo que has visto, no duras ni una hora”.
Y eso ocurrió en abril.
Favores hagas que te los devolverán a pedradas.
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